Orígenes y Evolución del fenómeno
La primera investigación sobre el fenómeno del acoso escolar o bullying se desarrolló en Noruega y se remonta a principios de la década de 1980, cuando Olweus (1983) realizó una encuesta descriptiva a la población escolar noruega y encontró una alta incidencia y gravedad del fenómeno en todos los grupos de edad.
A partir de esta primera encuesta, las investigaciones se han multiplicado a lo largo de los años en todo el mundo para investigar tanto la frecuencia del fenómeno del acoso como para explorar las dinámicas psicológicas y relacionales que se desencadenan entre los implicados en el propio fenómeno. En Inglaterra, por ejemplo, Whitney y Smith (1993) realizaron una encuesta que mostró que, si bien la incidencia del fenómeno variaba entre los diferentes tipos de escuelas estudiadas, en las escuelas primarias el porcentaje de víctimas nunca era inferior al 19% y el de víctimas en las escuelas secundarias nunca fue inferior al 8%. Smith y Sharp (1994) trabajaron en 23 escuelas del Reino Unido durante cuatro trimestres y observaron que, tras su intervención, la mejora del problema se correlacionó positivamente con el grado de compromiso de los participantes. En muchos otros países, como Australia, Bélgica, Finlandia, España y Estados Unidos, se han llevado a cabo intervenciones a gran escala, lo que ha permitido llegar a una serie de variables que parecen estar presentes en todas las realidades estudiadas y que, por lo tanto, permiten identificar ciertas especificidades transculturales del fenómeno del acoso escolar. Se ha demostrado que el porcentaje de comportamientos que pueden clasificarse como acoso disminuye a medida que aumenta la edad de los niños implicados, pero esto no implica una mejora o regresión del fenómeno, sino sólo un cambio. De hecho, los incidentes de bullying se hacen menos frecuentes pero su índice de peligrosidad y gravedad aumenta (Smith et al., 2008). Además, se ha demostrado que suelen ser los chicos, en mayor porcentaje que las chicas, los que asumen el papel de acosadores, pero a la inversa, son las chicas las que hacen un mayor uso de formas indirectas de acoso (Björkqvist, 1994)- como palabras crueles, negativas a peticiones de unirse en proyectos o participar en grupos.
Otros elementos típicos, que han surgido de los diversos estudios realizados en distintas partes del mundo, se refieren a los lugares preferentes de manifestación de los fenómenos de acoso, que resultan ser los espacios escolares, pero también al hecho de que los papeles de acosador y víctima mantienen su estabilidad a lo largo del tiempo (Menesini, 2000).
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