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Educando a los adultos: Profesores y padres 

La práctica diaria demuestra que la figura del profesor tiene una forma primordial de gestionar y enseñar las emociones de los niños. Por lo tanto, es primordial seguir desde la primera infancia, y luego a lo largo de toda la escolaridad, el desarrollo del niño y ayudarle a afrontar las dificultades, guiarle en la gestión de sus emociones, para llegar a un equilibrio entre la mente racional y la mente emocional. (J.Castex, 2000) 

Es importante reiterar lo importantes que son los adultos que rodean al niño en todo el proceso de desarrollo tanto emocional como cognitivo. Es imprescindible que todo adulto educador recuerde constantemente que debe ser ante todo un modelo para los niños que le rodean, y precisamente por eso el modelo educativo de "haz lo que yo digo, pero no hagas lo que yo hago" es, cuando menos, improbable. Los niños hacen única y exclusivamente lo que ven hacer repetidamente a sus cuidadores; por eso aprenden a expresar y comprender las emociones de los adultos que les rodean. Los adultos que desempeñan un papel importante en la vida de los niños, especialmente de los muy pequeños, si quieren ayudarles, tendrán que experimentar plenamente sus propias emociones, ser conscientes de ellas y gestionar su expresividad y sus acciones en función de las emociones de los niños (Denham, 2001). Tenemos a continuación, con más detalle, lo que se ha obtenido hasta ahora de la investigación sobre los tres aspectos fundamentales de la interacción entre adultos y niños, a saber: 

1. expresividad adulta 

2. formación emocional 

3. reacciones de los adultos ante las emociones de los niños 


1. Expresividad adulta 

Los niños que se relacionan con adultos emocionalmente más positivos tienden a ser ellos mismos más positivos con sus compañeros; por el contrario, la actitud mostrada en el jardín de infancia por los hijos de padres más negativos parece estar asociada a una menor competencia social. Los adultos que dicen ser emocionalmente positivos en circunstancias problemáticas crían niños más aptos para comprender las emociones. 

2. Entrenamiento emocional de adultos 

Los adultos más capaces de proporcionar a los niños un entrenamiento emocional les ayudan a comprender mejor las emociones y a mostrarse más competentes socialmente en el jardín de infancia. Los niños, incluso a una edad tan temprana, pueden "olfatear" la diferencia entre ser acosados o reprendidos a través del lenguaje emocional, por lo que no todos los discursos emocionales tienen el mismo valor. 

3. Reacciones de los adultos a las emociones de los niños 

Las reacciones de los adultos ante las manifestaciones emocionales de los niños son importantes, ya que los niños las generalizan a su propia expresividad y las utilizan para construir su propio conocimiento de las emociones. Por ejemplo, desalentar las emociones de los niños diciéndoles: "¡Deja de llorar!" es un poderoso elemento disuasorio contra la autorreflexión sobre las emociones y, por tanto, un obstáculo para el conocimiento de las emociones. Prestar atención y ofrecer un refuerzo positivo a las emociones de los niños, aceptarlas, tomar nota de ellas y reaccionar de una manera que satisfaga sus necesidades prácticas puede allanar el camino para un mejor aprendizaje de las emociones, que luego se refleja en sus  competencias sociales. 

Podemos concluir que, para garantizar una buena formación emocional, es necesario que los propios profesores sean emocionalmente competentes. ¡Nadie es capaz de enseñar lo que no sabe! La investigación ha confirmado que cuando los adultos trabajan con sus propias emociones, son capaces de acompañar y acelerar el proceso de desarrollo de la E.I. de los niños a su cargo. El perfil óptimo de los programas de alfabetización emocional es empezar pronto, adecuarse a la edad, llevarse a cabo en cada curso escolar y coordinar los esfuerzos en la escuela, en casa y en la comunidad (M.J.Elias, L.Hunter y J.S.Kress, 1997). "Que exista o no una asignatura dedicada explícitamente a la alfabetización emocional puede ser mucho menos importante que la forma en que se imparten estas lecciones. Quizá no haya ninguna asignatura como esta en la que la calidad de los profesores importe tanto; la forma en que un profesor se desenvuelve en el aula es en sí misma un modelo, una lección de hecho, de competencia emocional o de falta de ella. Cada actitud de un profesor hacia un alumno es una lección para otros veinte o treinta alumnos. No todos los profesores, por su carácter, son proclives a enseñar emociones, ya que es necesario 'sentirse cómodo hablando de los propios sentimientos y no todo el mundo lo es o quiere serlo'. Poco o nada en la formación habitual de los profesores les prepara para este tipo de enseñanza" (Goleman, 1996, p. 322-323). Por estas razones, los programas de alfabetización emocional suelen ofrecer a los futuros profesores una formación especial y exigente en la que, en primer lugar, se ponen en una situación de vulnerabilidad  y, antes que nada, entran en contacto con sus propias emociones.