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Acoso escolar y niños con necesidades educativas especiales 

Existe una creciente concienciación entre el público y en el desarrollo de políticas sobre el fenómeno del acoso y/o el ciberacoso que afecta a los niños y jóvenes en edad escolar (Carrington et al., 2017; Cross, Epstein et al. 2011; Cross, Monks et al. 2011; Murray-Harvey y Slee 2010). Existe una amplia literatura que indica que los CYP con discapacidades son más vulnerables a través de una serie de desequilibrios de poder o factores de riesgo que contribuyen a aumentar las experiencias de acoso (Álvarez-García et al., 2015). De hecho, Rose & Espelage (2012) sugieren que los CYP con SEND tienen el doble de probabilidades de experimentar victimización por parte de sus compañeros en comparación con sus compañeros sin discapacidad, mientras que otros estudios han estimado que tienen de 2 a 4 veces más probabilidades de ser acosados (Hartleyet al., 2015). En los EE.UU. Blake et al. (2012) informaron que el 24,5% de la escuela primaria, el 34,1% de la escuela media y el 26,6% de la escuela secundaria de CYP con SEND cumplían con el perfil de acosadores y víctimas. 

Surge un panorama complejo en relación con el acoso que pueden sufrir las personas con necesidades educativas especiales, que no se limita a una mayor vulnerabilidad a ser objeto de acoso por parte de otros. Mientras que algunas investigaciones indican que los CYP con SEND experimentan niveles elevados de victimización por intimidación en relación con las tasas entre pares sin discapacidad, otros estudios encontraron que los CYP con discapacidades mostraron niveles más altos de perpetración de intimidación o agresión que sus pares sin discapacidad (Marsh, 2018). Algunos investigadores han sugerido que los CYP con comportamientos más externalizantes son más propensos a ser objetivos o a participar también en comportamientos de acoso, mientras que aquellos cuya discapacidad implica una discapacidad intelectual o física más obvia son más vulnerables a ser el objetivo de sus compañeros (Farmer et al., 2015; O'Brennan et al., 2015). De hecho, los alumnos con discapacidad física constituyen "objetivos más fáciles" para los acosadores, que tienden a perseguir a los más vulnerables. Debido a la falta de comprensión de su discapacidad, tienden a ser excluidos más fácilmente en el patio de recreo, así como a no ser tenidos en cuenta en el entorno escolar. En consecuencia, el acoso a los alumnos con discapacidades físicas se suma a su sentimiento de exclusión y baja autoestima, lo que a su vez puede empeorar su salud mental y provocar depresión, aumento de la ansiedad o incluso pensamientos suicidas. 

Los CYP autistas experimentan niveles particularmente altos de victimización por acoso (Horgan et al., 2022: Cook et al., 2018; Humphrey & Lewis, 2008a; Saggers, 2015). Klin et al., 2000, (p.6) describieron a los jóvenes autistas como "víctimas perfectas" para el acoso escolar. Estudios de los EE.UU. encontraron que el 90% de los participantes autistas reportaron experiencia de acoso regular (Carrington et al., 2017), haciéndose eco de los hallazgos del Reino Unido que informan que el 75% de los estudiantes en edad escolar experimentaron acoso, aumentando al 82% de los estudiantes de secundaria. Estudios recientes que exploran las perspectivas o experiencias de los estudiantes autistas que asisten a escuelas regulares informaron que informaron que el abuso físico ocurrió con "alarmante regularidad" (Humphrey & Lewis, 2008a), con los jóvenes recordando haber sido empujados, aplastados detrás de una puerta, abordados y golpeados. Preocupantemente, muchos estudios descubrieron que, aunque eran víctimas habituales de acoso escolar o eran excluidos por sus compañeros, los estudiantes autistas solían optar por no denunciar los episodios de acoso escolar o verbal "mientras no me hagan nada físicamente dañino, no tiene sentido". (Saggers, 2015, p.39). 

Junto con la elevada incidencia del acoso entre los niños autistas, la exclusión social es también un problema importante. Las investigaciones realizadas en el Reino Unido muestran que los alumnos autistas son más rechazados y menos populares que sus compañeros no autistas (Jones & Frederickson, 2010) y también que los alumnos con otras formas de discapacidad (Symes & Humphrey, 2010). Los estudiantes autistas también informan de niveles significativamente más bajos de apoyo social por parte de padres, compañeros y amigos (pero no de profesores) que otros estudiantes (Humphrey & Symes, 2010), informan de menos amigos (Cairns & Cairns, 1994) y de redes sociales más limitadas (Chamberlain et al, 2007). También se encuentran entre los más propensos a ser excluidos de la escuela (Department for Children, Schools and Families, 2007) o colocados en horarios reducidos que sus compañeros no autistas (AsIAm, 2019). 

Aunque puede haber puntos en común en la literatura existente sobre el acoso que afecta a los niños autistas, el perfil del autismo difiere significativamente del de otras formas de discapacidad. No sería aconsejable hacer generalizaciones en todo el espectro de los CYP con SEND dadas estas diferencias bien documentadas en los puntos fuertes y las necesidades de apoyo. Esto tiene implicaciones obvias para las intervenciones de apoyo a los CYP con SEND que sufren acoso en el entorno escolar.